Una joven de 22 años asegura que tiene total y absolutamente decidido no tener nunca hijos y para eso, tomó una decisión drástica: se ligó las trompas.
Ailín Cubelo Naval vivió una infancia feliz y dice que no arrastra traumas, pero que desde los 17 años viene pensando firmemente en que no quiere tener hijos.
Siendo adolescente, decía que sólo querría uno; más adelante que los tendría después de los 30 años, hasta que se convenció a si misma de que en realidad, su renuencia se debía a que no quería tenerlos. Tan simple como eso.
El mandato de la maternidad obligatoria.
Son cada vez más las mujeres que se plantean el mandato de la maternidad obligatoria. No todas creen que ser madres sea una forma de sentirse realizadas como mujeres.
Algunas quieren recorrer mundo, desarrollarse profesionalmente o simplemente, no quieren tener hijos.
Estas mujeres intentan despegarse de esa mirada piadosa de otros en donde ven la pena o la lástima porque “no debe haber podido tener hijos”, en lugar de pensar que tal vez “no quiso tener hijos”. Es una elección.
Es decir, ellas no creen que la función absoluta de las mujeres sea casarse y tener hijos. Tienen otras ilusiones, otras aspiraciones u otras prioridades.
La maternidad inculcada.
¿Qué pasaría si no le regaláramos a las niñas desde pequeñas una muñeca con la firme idea de que en algún momento tendrán que tener y criar hijos?
Eso es lo que se planteó muchas veces Ailín: la maternidad inculcada. Ella se cuestiona si de verdad deseamos ser madres o es tan fuerte el mandato social, que no nos queda otra opción más que cumplirlo.
“La idea de la nena que cuida, que materna, se inculca desde el jardín de infantes de infantes.
Por eso creo que el mandato de maternidad no es algo natural, es muy cultural. Hay muchas personas que nunca se cuestionaron el tema de ser o no ser padres, siguieron un camino impuesto.
Las mujeres se tienen que reproducir para la mayor parte del mundo. O sea, si tenés útero, tenés que parir, es tu destino”, dice Ailín.
Pero su decisión de no ser madre no es sólo una cuestión de preferencia personal, sino que también tiene un costado filosófico que es digo de analizar.
Ella se plantea cosas sobre el mundo en el que vivimos y dice que prefiere no pasar por eso: “No quiero dedicarle 20 años de mi vida a una persona”, “¿Traer una persona más a este mundo, así como está, a formar parte de esta sociedad, con esta escasez de recursos?”, “¿vivir con miedo de que le pase algo si es mujer y con miedo de que haga algo si es varón?”, “¿tener un hijo para dejar un legado? ¿qué legado?” Las respuestas que encuentra a estas preguntas no la satisfacen y son una razón más que se suma a su decisión de no tener hijos.
“No somos bichos raros”.
La ligadura de trompas es un derecho garantizado por ley desde 2006 en Argentina. Cualquier mujer que haya tomado esta decisión puede hacerlo.
Pero en el caso de Ailín, se encontró con obstáculos de tipo humano y de conciencia.
Su ginecólogo se negó dos veces a hacerle esta cirugía, alegando que “era muy chica” y que tal vez más adelante cambiaría de opinión.
Pero no… ella estaba decidida y finalmente encontró a quien sí estuvo dispuesta a respetar su deseo.
Con respecto al cambio de opinión dijo: “No creo que pase, pero, si llegara a arrepentirme, está la opción de adoptar que se ajusta más a mi filosofía de vida, que es la de no traer más gente al mundo y atender a los chicos que ya tienen necesidades reales”.
Ella cree que es hora de dejar de cuestionar a las mujeres que eligen no ser madres, como si al no serlo, una mujer perdiera valor y no pudiera ser nada más en la vida.
Pide que se respete la decisión de quienes no quieren ser madres y agrega: “no somos bichos raros, somos un montón que, el día de mañana, no nos vamos a lamentar por no haber hecho con nuestras vidas lo que queríamos”.